lunes, 17 de agosto de 2009

La habitación del hijo

Muchas veces lo comentamos. Aquellos que acabamos de terminar la Universidad, en medio de este tiempo nefasto para incorporarse al mercado laboral, pensamos que quizá no compensa tanto esfuerzo, tanto sacrificio, para acabar todos en la cola del paro. Pero un domingo por la mañana, en el dominical, alguien, Pérez-Reverte para variar, te covence de que quizá sí mereció la pena. Y el mundo es un poco menos hóstil afuera.



LA HABITACIÓN DEL HIJO

Lo conoce mejor que a ella misma. O creía conocerlo, porque el joven silencioso y reservado que ahora vive en la casa le parece, en ocasiones, un extraño. El niño dejó de serlo hace tiempo. A veces, cuando está fuera, la madre se queda un rato en su habitación, callada, mirando los objetos, los libros –ella compró los primeros y los puso allí, soñando con el lector que alguna vez sería–, las fotos de amigos, de chicas. Las medallas que ganó en el colegio, tenaz, esforzado. Valiente como ella procuró enseñarle a ser. Con el ejemplo del padre: un buen hombre que nunca dice tres frases seguidas, pero que jamás faltó a su deber, ni hizo nada que no fuera honrado. Que educó al hijo con más ejemplos que palabras. Inmóvil en la habitación, aspira su olor. Desde hace mucho es seco, masculino. Distinto del que tanto añora: aroma de cuerpecito menudo en pijama, olorcillo a carne tibia, casi a fiebre. A bebé y niño pequeño, que con el tiempo se desvanece y no regresa nunca. El crío que aparecía en la cama a medianoche con las mejillas húmedas, después de una pesadilla, para refugiarse a su lado, entre las sábanas. Quizá algún día recupere ese olor con un nieto, o una nieta. Con otro cuerpecito al que estrechar entre los brazos. Ojalá no esté demasiado mayor para entonces, piensa. Que aún tenga fuerza y salud para ocuparse de él, o de ella. Para disfrutarlos. Libros. Hay muchos en la habitación, y jalonan veinticinco años de una vida. Infantiles, aventuras, viajes, textos escolares, materias universitarias, novela, ensayo, arte, historia. Desde niño, leyéndole cuentos e historietas, orientándolo con cautela, ella fue transmitiéndole el amor por la palabra escrita. La puerta maravillosa a mundos y vidas que acaban por multiplicar la propia: aspiraciones, sueños, anhelos cuajados en largas horas de lectura y templados en la imaginación. La intensidad de una mirada joven que explora el mundo en el descubrimiento de sí misma. Estos libros llevaron al muchacho a reconocerse entre los demás, a moverse con seguridad por el territorio exterior, a descubrir y planear un futuro. A estudiar una carrera bella y poco práctica, relacionada con la lengua, el pasado, el arte y la historia. A licenciarse en sueños maravillosos. En cultura y memoria. Ahora ella, inquieta, se pregunta si hizo bien. Si la lucidez que estos libros dieron a su hijo no sirve más bien para atormentarlo. Lo sospecha al verlo salir de casa para entrevistas de trabajo de las que siempre vuelve hosco, derrotado. Cuando lo ve teclear en el ordenador buscando un resquicio imposible por donde introducirse y empezar una vida propia: la que soñó. Cuando lo ve callado, ausente, abrumado por el rechazo, la impotencia, la falta de esperanza que pronto sustituye, en su generación, a las ilusiones iniciales. Recuerda a los amigos que empezaron juntos la carrera animándose entre sí, dispuestos a comerse el mundo, a vivir lo que libros y juventud anunciaban gozosos. Cómo fueron desertando uno tras otro, desmotivados, hartos de profesores incompetentes o egoístas, de un sistema académico absurdo, injusto, estancado en sí mismo. De una universidad ajena a la realidad práctica, convertida en taifas de vanidades, incompetencia y desvergüenza. Pese a todo, su hijo aguantó hasta el final. Fue de los pocos: acabó los estudios. Licenciado en tal o cual. Un título. Una expectativa fugaz. Luego vino el choque con la realidad. La ausencia absoluta de oportunidades. El peregrinaje agotador en busca de trabajo. Los cientos de currículum enviados, el esfuerzo continuo e inútil. Y al fin, la resignación inevitable. El silencio. Tantas horas, días, años, de esfuerzo sin sentido. La urgencia de aferrarse a cualquier cosa. Hace una semana, cuando llenaba el formulario para solicitar un trabajo de dependiente en una tienda de ropa de marca, el consejo desolador de un amigo: «No pongas que tienes título universitario. Nadie emplea a gente que pueda causarle problemas». Tocando los libros en sus estantes, la madre se pregunta si fue ella quien se equivocó. Si no tendría razón su marido al sostener que no está el mundo para chicos con sueños en la cabeza y libros bajo el brazo. Si al pretenderlo culto y lúcido no lo hizo diferente, vulnerable. Expuesto a la infelicidad, la barbarie, el frío intenso que hace afuera. Es entonces cuando, abriendo un libro al azar, encuentra unas líneas subrayadas –a lápiz y no con bolígrafo ni marcador, ella siempre insistió en eso desde que él era pequeño–: «En el mar puedes hacerlo todo bien, según las reglas, y aun así el mar te matará. Pero si eres buen marino, al menos sabrás dónde te encuentras en el momento de morir». Se queda un instante con el libro abierto, pensativa. Releyendo esas líneas. Después lo cierra despacio, devolviéndolo a su lugar. Y sonríe mientras lo hace. Una sonrisa pensativa. Dulce. Tal vez no se equivocó por completo, concluye. O no tanto como cree. Puede que él forjara sus propias armas para sobrevivir, después de todo. Quizá mereció la pena.

Arturo Pérez-Reverte
Extraído de http://www.xlsemanal.com/

7 comentarios:

Miguel Angel Peláez dijo...

Soy de los que piensan que "nunca el tiempo es perdido"...
Asi que ojalá sea así también en tí... El día de mañana será cuando mires hacia atrás y verás que tus estudios te han abierto ciertas puertas... También es cierto que es cuestión de uno el intentar, al menos, entrar por ellas...

Saludetes.

Yo dijo...

Ya te digo... Me encanta Perez-Reverte...

Y si es que te has sentido identificada, mucho ánimo. Piensa que así estamos todos... o casi todos... prácticamente con independencia de la carrera que hayamos estudiado... Así que no creas que sólo sucede en las carreras de letras...

Y si no vente pa San Fernando que se han puesto a levantar la Calle Real por lo del tranvía y no paran de sacar hornos fenicios o qué sé yo... Ups... eras tú la que habías estudiado algo relacionado con eso ¿no? (ahora me dices que estudiaste filología o algo de eso y quedo fatal... jajajaja dios, qué lapsus...)

Besitos ¡espero que estés mejor! ^^

ardid dijo...

Está muy bien =)

Al menos nos quedará Pérez-Reverte con su pluma aguda y diciendo verdades como puños...Sí podríamos ganar más dinero de distintas formas sin tener que usar los libros, pero oye, al menos sabremos cada vez mejor dónde nos encontramos ;)

Y consuelo de muchos consuelo de Todos...jejeje

ardid dijo...

Por cierto...me alegro de volver y ver que tú tb lo has hecho =)

Un muak enorme guapísima!

Yudith Valles de Perez dijo...

Hola Milady, que hermoso y gracias por dejarnos leer y reflexionar, el mensaje lo traduzco como si vale la pena obtener los conocimientos para tener las herramientas y alcanzar metas y sueños. Besos

mi dijo...

No sabes lo bien que me hace leer ésto ahora!
Gracias, mi niña linda, por tus palabras.
Eres un sol, por eso brillas donde vayas. Espero de corazón verte pronto! Muakkkkk

Milady dijo...

Namasté: Completamente de acuerdo contigo. Creo con seguridad que si no hubiera seguido el camino que he andado, me arrepentiría toda la vida de no haberlo intentado. Y puedo vivir con la sensación de que he fracasado,aún habiendolo intentado, pero desde luego no con la certeza de que no hice cuanto pude. Así que ahora a llamar a las puertas, como tú bien dices. Un abrazo.

Yo: Sí, sí, aquí la arqueóloga hablando. Pues mira no te extrañe que algún día me veas "excarbando" por tu ciudad. Y la verdad es que aunque dicen que mal de muchos, consuelo de tontos, un poco de ánimo si da, ver que estamos todos igual. un besazo.

Ardid: Yo también me alegro de tu vuelta, guapa. Y es cierto, estaremos mal, pero al menos sabemos donde estamos. Un besazo enorme.

Yudith: Exacto,todo lo que hemos aprendido nos servirá tarde o temprano en el mañana, por lo tanto no está tirado a la basura. Un besazo.

Euchy: Tú si que brillas para todos los que están a tu alrededor. Yo también espero verte pronto, pero siempre cuando el destino quiera y nunca antes. Me explico? Un besazo.