martes, 27 de octubre de 2009

Máster


Son la 1:50 de la noche, y aunque me he acostado a eso de las 23:00, me ha tocado volverme a levantar. La espalda me está dando el día, yo creo que porque en realidad sabe que mañana es un dia importante. ¿Será que ahora en vez de tener nervios en el estómago los voy a tener en la espalda?

El caso es que mañana se medio cierra un círculo, de esos de los que se supone la vida está hecha. Mañana es la ceremonia de claúsura del Máster que me trajo a tierras andaluzas. Es también el volver a reencontrarme con la mayoría de mis compañeros, de los que me despedí antes de Semana Santa con la intención de volver a ver cuando ésta terminara. Está claro que en esta vida no se puede planear nada. Todavía recuerdo la llorera que me cogí cuando un repartidor me llevo un centro precioso de flores al hospital que me habían enviado mis compis de Máster. Me dijo, viene de muy léjos, viene del Sur. Me dio una alegría inmensa.

Y aunque aún no hemos acabado el Máster (nos queda prácticas y tesinas, respectivamente, a casi todos), la verdad es que si termina un año de clases por Huelva, Málaga, Sevilla y Córdoba, meses de estrés, de nervios, pero sobretodo de mucho aprendizaje y de conocer a una gente extraordinaria. La verdad es que no podíamos haber tenido más suerte con los compañeros que nos han tocado. Desde el principio hicimos mucha piña y la verdad es que cuando hay buen ambiente se nota mucho. Y me reído mucho con esas diferencias que hay entre los andaluces y "las del norte". Hemos aprendido mucho los unos de los otros.

Y no puedo evitar, unas horas antes de encontrarme con ellos de nuevo, pensar en la ceremonio de inauguración del año pasado, cuando las tres castellanas que habíamos recorrido el país, dejando atrás vidas, amigos, posibles oportunidades, todo, nos lanzamos a buscarnos un futuro en otro lugar.

Y la verdad es que creo que ninguna de las tres nos arrepentimos, porque hemos aprendido mucho, hemos madurado bastante y creo que este tiempo en Córdoba y el que aún nos queda, siempre lo recordaremos con un gran cariño.

Así que voy con muchas ganas para Huelva, con ganas de achucharlos a todos, de ver los vídeos recopilatorios del año que han preparado, de ver el mar en otoño, que me encanta y de vivir muy buenos ratos con mi gente del Sur.

miércoles, 21 de octubre de 2009

El libro


Entre mis cosas encontré el libro. En él apuntaba los besos que me dabas.

Aquel primero bajo las estrellas del verano, el que me dabas al encontrarnos con un fuerte abrazo, los que sabían a chocolate mientras veíamos una peli, aquellos chiquititos por la nuca, que me hacían desfallecer, el que me lanzabas apoyados en la almohada mientras me contemplabas, los que me recorrían las piernas mientras me rendía sin tregua, los que me acariciaban la espalda mientras me contabas los lunares, el que me mojaba entera cuando salías de la ducha o aquellos descoordinados mientras nos moríamos de la risa.

Pero también apunté los que llegaron llenos de culpabilidad, los que sabían a lágrimas, los que no tenían el suficiente amor.

Y por supuesto aquel último que quisimos prolongar por si nos estabamos equivocando.

Hoy lo he vuelto a leer. Y he arrancado las últimas hojas, las que deje en blanco por si había más besos que guardar.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Piscina


Después del accidente de tráfico el médico me recetó natación, natación y natación. Así que, tras el largo proceso de buscar una piscina cerca de mi casa cordobesa (proceso más arduo de lo que en principio pueda parece) y tras haber completado el kit necesario para surcar las aguas, mañana me meto en la rutina de prácticar al menos tres o cuatro días a la semana, una horita de natación.

La verdad es que a mi siempre me gustó nadar, me relaja muchísimo. Aprendí cuando era una enana, con 5 o 6 años, durante las vacaciones de verano. Allí me iba yo a las 9 de la mañana, con ese gusanillo que siempre se me pone en el estómago cuando voy a la piscina (sólo en las climatizadas). Y me encanta ese olor a cloro y el calor que hace en la piscina. El hombre que me enseñó a nadar se llamaba Miguel. Miguel es una de esas personas que siempre formará parte de mi vida, porque ha aparecio en varias ocasiones a lo largo de ella y siempre me ha aportado buenos consejos y enseñanzas. La primera de ellas fue a nadar. Algún día os contaré más cosas sobre Miguel.

Y recuerdo lo bien que lo pasabamos en la piscina, cuando se nos atascaban las monedas en las taquillas o cuando andabamos rebuscando las monedas de 5 pesetas para meterlas en los secadores de pelo.

Luego siempre me venía a buscar mi abuela y dabamos un paseo de vuelta a casa, pasabamos por los Jardinillos y comprábamos patatas o cortezas, dependiendo en día, en la churrería que hay junto a la Estación de Autobuses que comíamos sentadas en un banco del parque. Mi abuela me recuerda mucho esos momentos y yo los guardo con mucho cariño.

Así que aunque mañana no me espere a la salida me acordaré mucho de ella cuando salga con el pelo mojado y ese olor a cloro tan característico.

domingo, 11 de octubre de 2009

Contrarios

"Todas las cosas están encerradas en sus contrarios: la ganancia en la pérdida, la entrega en el rechazo, el honor en la humillación, la riqueza en la pobreza, la fortaleza en la debilidad[...]la vida en la muerte, la victoria en la derrota, el poder en la impotancia, y así con todo. Por tanto, si un hombre desea encontrar, bueno es que se conforme con perder[...]"

Mulay al-Arabi ad-Darqawi
Feliz semana a todos

sábado, 3 de octubre de 2009

Rodri, Baraka y feliz fin de semana

No sé si alguna vez he hablado por aquí de mi amigo Rodri. Desde luego no tendría espacio suficiente para contaros anécdotas e historias de cosas que le ocurren en su vida o que me ocurren a mí, cuando estoy con él. Rodri es ese tipo de personas que es tan raro, tan poco común, que uno nunca sabe si está loco o si los locos somos los demás y él es el que está cuerdo. Yo muchas veces digo que me encantaría estar un rato en la cabeza de Rodri, para ver como funcionan esas conexiones neurales que tiene allí dentro. Posiblemente rogaría salir a los dos segundos. Pero su genialidad y lo buena persona que es, a pesar de que es lo más cabezota que he visto jamás, logran que siempre sea un placer charlar un rato con él.
Y lleva unos cuantos días diciendome que tengo que ver un documental que seguro que me iba a encantar y por una cosa o por la otra no me ha sido posible hasta hoy. Y la verdad es que es una pasada. No sé si lo habréis visto ya (lo mismo creo que he descubierto el mundo y ya todos lo conocéis). Se llama Baraka que viene a significar "bendecido" y es un paseo visual y sonoro durante algo más de una hora, por la grandiosidad del planeta, con música de todos los lugares del mundo que se acoplando de forma majestuosa a las imágenes y que nos permite viajar a lugares alucinantes sin movernos de la silla. Os dejo el trailer para que le echéis un vistazo y si tenéis un ratito no dudéis en verlo entero (las 10 partes en las que se ha divido están colgadas en el youtube).



Que disfrutéis y que paséis un buen fin de semana.

sábado, 26 de septiembre de 2009

21 de Septiembre

A Fernando lo conozco desde que era pequeña. Es amigo de mis padres, de la juventud y más tarde se caso con una mujer de nuestro pueblo y en los veranos, cuando se junta toda la pandilla, recuerdan sus tiempos mozos. Me hace mucha gracia cuando cuentan historias de cuando iban a la discoteca, cuando jugaban al fútbol y ligaban con las chicas. Fernando siempre ha sido muy decidido. Una de las anécdotas que se cuenta constantemente es cuando Fernando, allá por el año 1985, dijo que ese año se casaba. No tenía aún novia, ni amiga especial, pero estaba convencido. Y efectivamente, así fue, se casó y es feliz en su matrimonio.
A Fernando lo veo casi cada día cuando estoy en Palencia. A eso de las 8 de la tarde cuando voy a buscar a mi madre al trabajo, me lo encuentro siempre. Lleva a su madre del brazo y dan un paseo por los alrededores de la casa de ésta. Su madre padece desde hace algunos años Alzheimer, ya no recuerda quien es, como ha sido su vida, si es feliz, los colores, ni tan siquiera los nombres de sus hijos o nietos.
Pero Fernando todos los días, religiosamente, agarra a su madre del brazo y da un paseo mientras le cuenta su día a día, las cosas de sus hijos o historias del pasado que quizá ella misma le contó a él. Ella normalmente atiende silenciosa, quien sabe pensando en qué.
Pero hay días, en los que salta el resorte y ella responde a sus explicaciones con extraordinaria lucidez, conversando, dando datos, llamándole Fernando. Esto suele durar minutos en él mejor de los casos, y luego vuelve a ese mundo olvidadizo en el que se encuentra anclada.
Pero para Fernando es suficiente. Esos segundos compensan todas las tardes en silencio. Esos días son extraordinarios.
Fernando continuará paseando a su madre, esperando a que ese rayo de sol, inunde su mente por unos instantes.


*El pasado 21 de Septiembre fue el día Mundial del Alzheimer. La historia de Fernando es real, pero hay miles, millones de héroes anónimos que luchan cada día con esta enfermedad.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Gran día

Playa de Covachos. Cantabria.

Porque por 15€ se puede pasar un gran día con viaje incluído

Porque aunque te eches mil litros de crema, te pones rojo.

Porque hemos tenido la suerte de pillar el mejor día de playa de todo el verano en el Cantábrico.

Porque te puedes bañar en la playa con la bolsa del pan en la mano.

Porque si escalas un pared rocosa las calas son preciosas.

Porque se pueden mojar naipes con un mosto y luego echar con ellas unas sotas.

Porque aunque no encuentres rabas antes de las 9 en El Sardinero siempre hay algún bar donde te las sirven.

Porque se puede comer un helado gigante mientras superas las pruebas del Gran Prix.

Porque un perro puede "hacer sus necesidades en la playa tras una indisgestión alimentaria".

Porque te puedes aprender una nana preciosa en el trayecto Santander - Palencia y luego cantarla a grito pelado a pesar de los radares.

Porque incluso en los días especiales echas de menos a alguien ( en este caso a dos personas.....).

Porque hay días en que se es plenamente feliz......
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Y aquí la famosa "Nana" del grupo Adrede


viernes, 4 de septiembre de 2009

Pájaros


Hay un pájaro en mi ventana.

Es pequeño, de largas plumas anaranjadas en la cola, aunque el resto de su cuerpo, comparte color con el carbón.

Hay un pájaro en mi ventana.

Trina melodías desconocidas, que quizá aprendió en lugares dispares.

Hay un pájaro en mi ventana.

Y me quedo quieta, no cambio de postura mi cuerpo, ni tan siquiera respiro, por miedo a que extienda sus alas y se vaya.

Tampoco me quiero mover mucho, por si esta sensación de que todo está bien en mi mundo, que nada va a ir mal, que lo que me rodea es perfecto, se desvanece y echa a volar.

Hay un pájaro en mi ventana.

Y mientras siga aquí, me quedaré quieta mirándolo y disfrutándolo, hasta que se vuelva a marchar.


Foto: Flickr
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P.D.:De fondo "Txoria txori" preciosa canción de Mikel Laboa que transcrita y traducida del euskera viene a decir:

Hegoak ebaki banizkio
nerea izango zen,
ez zuen aldegingo.
Bainan, honela
ez zen gehiago txoria izango
eta nik...txoria nuen maite.

Si le hubiera cortado las alas
habría sido mío, no habria escapado.
Pero así, habría dejado de ser pájaro.
Y yo...yo lo que amaba era un pájaro.
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Tienes razón, Yo. Dan tentaciones de "guardarlo" en una jaula. Pero entonces dejaría de ser "pájaro". ;P

miércoles, 26 de agosto de 2009

My blueberry nights

¿Quién no se ha sentido tan solo alguna vez como para beber hasta ahogar esa soledad?
¿Quién no se ha dado cuenta de cuanto amaba a alguien, cuando lo ha perdido para siempre?
¿Quién no ha tenido un sueño y cuando se ha cumplido ha perdido todo su encanto?
¿Quién alguna vez, voluntaria o involuntariamente, no ha hecho daño a la persona que más ama?
¿Quién no ha confesado con más facilidad sus sentimientos a un desconocido que a un amigo cercano?

¿Quién al evocar un pasaje muy feliz de su vida no ha dudado si fue real o inventado?
¿Quién no se ha equivocado y ha rectificado mil veces en su vida?
¿Quién no ha recorrido miles de kilómetros buscando la felicidad sólo para darse cuenta de que la tenía justo al lado?


lunes, 17 de agosto de 2009

La habitación del hijo

Muchas veces lo comentamos. Aquellos que acabamos de terminar la Universidad, en medio de este tiempo nefasto para incorporarse al mercado laboral, pensamos que quizá no compensa tanto esfuerzo, tanto sacrificio, para acabar todos en la cola del paro. Pero un domingo por la mañana, en el dominical, alguien, Pérez-Reverte para variar, te covence de que quizá sí mereció la pena. Y el mundo es un poco menos hóstil afuera.



LA HABITACIÓN DEL HIJO

Lo conoce mejor que a ella misma. O creía conocerlo, porque el joven silencioso y reservado que ahora vive en la casa le parece, en ocasiones, un extraño. El niño dejó de serlo hace tiempo. A veces, cuando está fuera, la madre se queda un rato en su habitación, callada, mirando los objetos, los libros –ella compró los primeros y los puso allí, soñando con el lector que alguna vez sería–, las fotos de amigos, de chicas. Las medallas que ganó en el colegio, tenaz, esforzado. Valiente como ella procuró enseñarle a ser. Con el ejemplo del padre: un buen hombre que nunca dice tres frases seguidas, pero que jamás faltó a su deber, ni hizo nada que no fuera honrado. Que educó al hijo con más ejemplos que palabras. Inmóvil en la habitación, aspira su olor. Desde hace mucho es seco, masculino. Distinto del que tanto añora: aroma de cuerpecito menudo en pijama, olorcillo a carne tibia, casi a fiebre. A bebé y niño pequeño, que con el tiempo se desvanece y no regresa nunca. El crío que aparecía en la cama a medianoche con las mejillas húmedas, después de una pesadilla, para refugiarse a su lado, entre las sábanas. Quizá algún día recupere ese olor con un nieto, o una nieta. Con otro cuerpecito al que estrechar entre los brazos. Ojalá no esté demasiado mayor para entonces, piensa. Que aún tenga fuerza y salud para ocuparse de él, o de ella. Para disfrutarlos. Libros. Hay muchos en la habitación, y jalonan veinticinco años de una vida. Infantiles, aventuras, viajes, textos escolares, materias universitarias, novela, ensayo, arte, historia. Desde niño, leyéndole cuentos e historietas, orientándolo con cautela, ella fue transmitiéndole el amor por la palabra escrita. La puerta maravillosa a mundos y vidas que acaban por multiplicar la propia: aspiraciones, sueños, anhelos cuajados en largas horas de lectura y templados en la imaginación. La intensidad de una mirada joven que explora el mundo en el descubrimiento de sí misma. Estos libros llevaron al muchacho a reconocerse entre los demás, a moverse con seguridad por el territorio exterior, a descubrir y planear un futuro. A estudiar una carrera bella y poco práctica, relacionada con la lengua, el pasado, el arte y la historia. A licenciarse en sueños maravillosos. En cultura y memoria. Ahora ella, inquieta, se pregunta si hizo bien. Si la lucidez que estos libros dieron a su hijo no sirve más bien para atormentarlo. Lo sospecha al verlo salir de casa para entrevistas de trabajo de las que siempre vuelve hosco, derrotado. Cuando lo ve teclear en el ordenador buscando un resquicio imposible por donde introducirse y empezar una vida propia: la que soñó. Cuando lo ve callado, ausente, abrumado por el rechazo, la impotencia, la falta de esperanza que pronto sustituye, en su generación, a las ilusiones iniciales. Recuerda a los amigos que empezaron juntos la carrera animándose entre sí, dispuestos a comerse el mundo, a vivir lo que libros y juventud anunciaban gozosos. Cómo fueron desertando uno tras otro, desmotivados, hartos de profesores incompetentes o egoístas, de un sistema académico absurdo, injusto, estancado en sí mismo. De una universidad ajena a la realidad práctica, convertida en taifas de vanidades, incompetencia y desvergüenza. Pese a todo, su hijo aguantó hasta el final. Fue de los pocos: acabó los estudios. Licenciado en tal o cual. Un título. Una expectativa fugaz. Luego vino el choque con la realidad. La ausencia absoluta de oportunidades. El peregrinaje agotador en busca de trabajo. Los cientos de currículum enviados, el esfuerzo continuo e inútil. Y al fin, la resignación inevitable. El silencio. Tantas horas, días, años, de esfuerzo sin sentido. La urgencia de aferrarse a cualquier cosa. Hace una semana, cuando llenaba el formulario para solicitar un trabajo de dependiente en una tienda de ropa de marca, el consejo desolador de un amigo: «No pongas que tienes título universitario. Nadie emplea a gente que pueda causarle problemas». Tocando los libros en sus estantes, la madre se pregunta si fue ella quien se equivocó. Si no tendría razón su marido al sostener que no está el mundo para chicos con sueños en la cabeza y libros bajo el brazo. Si al pretenderlo culto y lúcido no lo hizo diferente, vulnerable. Expuesto a la infelicidad, la barbarie, el frío intenso que hace afuera. Es entonces cuando, abriendo un libro al azar, encuentra unas líneas subrayadas –a lápiz y no con bolígrafo ni marcador, ella siempre insistió en eso desde que él era pequeño–: «En el mar puedes hacerlo todo bien, según las reglas, y aun así el mar te matará. Pero si eres buen marino, al menos sabrás dónde te encuentras en el momento de morir». Se queda un instante con el libro abierto, pensativa. Releyendo esas líneas. Después lo cierra despacio, devolviéndolo a su lugar. Y sonríe mientras lo hace. Una sonrisa pensativa. Dulce. Tal vez no se equivocó por completo, concluye. O no tanto como cree. Puede que él forjara sus propias armas para sobrevivir, después de todo. Quizá mereció la pena.

Arturo Pérez-Reverte
Extraído de http://www.xlsemanal.com/

lunes, 10 de agosto de 2009

Five months ago

No me fui, nunca me alejé del todo. Es sólo que no sabía muy bien cómo volver. Siempre cuando tenía un rato me pasa por los blogs para ver como le iba a todo el mundo, para saber de la gente de este lado de la pantalla. Y luego pasaron muchas cosas. Lo más importante fue un accidente de tráfico del que aún me recupero y que me tuvo un mes en cama y la recuperación y el intentar volver a la normalidad. Y en todo esto en lo que ahora estoy he decidido retomar algo que me llenaba mucho. Y espero no volver a dejarlo, por ningún motivo.

domingo, 8 de marzo de 2009

Estás aquí para ser feliz

La verdad que con los tiempos que corren, con la omnipresente crisis y en esta época de zancadillas y puñaladas traperas, da gusto ver un poco de esperanza en la raza humana, aunque sea en la publicidad. Sed felices.


domingo, 18 de enero de 2009

No son vacaciones

Esta estampa, por lo menos para mí, es propia de las vacaciones, del verano. Pero es lo que tiene tener clase en Málaga, que en el camino para clase, en vez de ver nieve que es lo que pega a esta hora del año, ves una preciosa playa, la de la Malagueta y la temperatura te invita más a darte un baño que a ir a clase. Y si esto me ocurre en enero, no se que será de mi en mayo.

viernes, 9 de enero de 2009

La ciudad y yo

Río Carrión. Palencia.

No me había pasado desapercibido. Desde que había vuelto del sur, lo había notado a cada paso que daba. La ciudad me estaba recibiendo con hostilidad. Y en cierto modo era comprensible. Me había cobijado durante 23 años y, aunque es cierto que habíamos tenido nuestras diferencias, yo siempre había vuelto al que era mi hogar. Pero un día me desperté, como de una pesadilla y ví que este no era mi sitio o que al menos no era el sitio donde me podía buscar mi futuro. Y con las mismas, cogí mis bártulos y me fui léjos, muy léjos, quizá demasiado y no eché la vista atrás. Y ella, que en realidad es bastante vulnerable, no me lo perdonó. Y desde que había vuelto no me había dejado de dar muestras de indiferencia. El frío había cortado mi cara desde el mismo momento en que pisé sus aceras. Y como si quisiera hacerme daño, no soltaba sus lágrimas en forma de copos de nieve, una de las cosas que yo más anhelaba ver. Era como una especie de reproche por no haber intentado luchar con ella, por haberme recorrido casi 700 kilómetros para pelear en otro lado.


Pero ayer tomé una decisión. No podía irme sin al menos intentar despedirme.


Y paseé por sus calles como si fuera la primera vez y la ví con otro ojos, la observé como nunca lo había hecho. Y cuando creía que nunca más volveríamos a ser las de antes, en la orilla de su precioso río, me dió uno de los regalos más bonitos que podría haberme dado: uno de sus magníficos atardeceres que a modo de guiño me devolvieron la ilusión.


Yo prometí que volvería, no juré cuando, si en un año o en veinte, pero le garanticé que sus calles volverían a ser mi hogar.


Ella me pidió que no le olvidara, que allá donde fuera no olvidará su nombre, el de mi hogar, el de mi ciudad.