domingo, 18 de enero de 2009

No son vacaciones

Esta estampa, por lo menos para mí, es propia de las vacaciones, del verano. Pero es lo que tiene tener clase en Málaga, que en el camino para clase, en vez de ver nieve que es lo que pega a esta hora del año, ves una preciosa playa, la de la Malagueta y la temperatura te invita más a darte un baño que a ir a clase. Y si esto me ocurre en enero, no se que será de mi en mayo.

viernes, 9 de enero de 2009

La ciudad y yo

Río Carrión. Palencia.

No me había pasado desapercibido. Desde que había vuelto del sur, lo había notado a cada paso que daba. La ciudad me estaba recibiendo con hostilidad. Y en cierto modo era comprensible. Me había cobijado durante 23 años y, aunque es cierto que habíamos tenido nuestras diferencias, yo siempre había vuelto al que era mi hogar. Pero un día me desperté, como de una pesadilla y ví que este no era mi sitio o que al menos no era el sitio donde me podía buscar mi futuro. Y con las mismas, cogí mis bártulos y me fui léjos, muy léjos, quizá demasiado y no eché la vista atrás. Y ella, que en realidad es bastante vulnerable, no me lo perdonó. Y desde que había vuelto no me había dejado de dar muestras de indiferencia. El frío había cortado mi cara desde el mismo momento en que pisé sus aceras. Y como si quisiera hacerme daño, no soltaba sus lágrimas en forma de copos de nieve, una de las cosas que yo más anhelaba ver. Era como una especie de reproche por no haber intentado luchar con ella, por haberme recorrido casi 700 kilómetros para pelear en otro lado.


Pero ayer tomé una decisión. No podía irme sin al menos intentar despedirme.


Y paseé por sus calles como si fuera la primera vez y la ví con otro ojos, la observé como nunca lo había hecho. Y cuando creía que nunca más volveríamos a ser las de antes, en la orilla de su precioso río, me dió uno de los regalos más bonitos que podría haberme dado: uno de sus magníficos atardeceres que a modo de guiño me devolvieron la ilusión.


Yo prometí que volvería, no juré cuando, si en un año o en veinte, pero le garanticé que sus calles volverían a ser mi hogar.


Ella me pidió que no le olvidara, que allá donde fuera no olvidará su nombre, el de mi hogar, el de mi ciudad.